Querido Diario, Travesía 58/ "INMACULADA"

 


Querido Diario:

 

Este inmaculado Navegante debe confesar que ya ha estado de retiro espiritual en el convento donde ha tomado los votos la nueva sex-symbol de Hollywood, Sydney Sweeney, en su película “Inmaculada”.

 

A veces los títulos de las películas (al menos, los originales) no dejan lugar a dudas.  “Inmaculada” (me niego en redondo a decir “Immaculate” como reza la publicidad) significa “que no tiene mancha” y se refiere a la condición virginal de María, la madre de Jesús, que concibió a su retoño sin la necesaria intervención de ningún hombre.  Si viviésemos cuarenta o cincuenta años atrás, una película con esta temática hubiera tenido muchos problemas para exhibirse, o directamente no se habría estrenado, y, aun hoy, ha recibido muchas y muy duras críticas en varios países a causa de su argumento: una novicia norteamericana toma los hábitos en un convento italiano y, pocos días después, se descubre que está embarazada, a pesar de que ella jura y perjura que no ha yacido con varón alguno.  Vamos, que a “Inmaculada” la han tachado de blasfema, herética y todas esas lindezas que, para bien o para mal, cada vez afectan a menos gente incluso de declaradas creencias cristianas.

 

Para que una película así suscitase la atención del gran público, tenía que tener algún gran aliciente, y en este caso se trata de los talentos inherentes a una de las actrices de moda, Sydney Sweeney, famosa por la serie “Euphoria” y que últimamente no para de trabajar: “The White Lotus”, “Cualquiera menos tú” o “Madame Web” son muestras recientes de su hiperactividad y han registrado su (abultada) huella.  De hecho, ha sido la propia Sweeney la principal impulsora de este proyecto, ya que llevaba diez años tratando de hacerse con los derechos después de haber participado en un casting que al final no cuajó y, en calidad de productora, ha sido la responsable del fichaje del actor español Alvaro Morte, “El Profesor” de “La Casa de Papel”.

 

Para hablar de “Inmaculada” debemos emplear la misma parafernalia lingüística que hace unas semanas utilizábamos para comentar “La primera Profecía”: no sólo comparten subgénero (el terror religioso), ambientación (ambas transcurren en un convento) e incluso hay un embarazo indeseado y un parto sangriento de por medio.  De hecho, si dijimos que “La primera Profecía” parecía a ratos un plagio de “La semilla del diablo”, “Inmaculada” semeja estar plagiando “La primera Profecía”, y así todo queda en casa… o, mejor dicho, en el convento.  Pero “Inmaculada” también toma prestados elementos de otra cinta más o menos reciente, “Benedetta” de Paul Verhoeven, al utilizar el erotismo monjil como aliciente suplementario, y es que, con baños en la bañera y hábitos húmedos o translúcidos, había que exhibir un poco los encantos de Sydney Sweeney, que para algo ha sido bendecida con ese cuerpo… de Cristo.  Y bueno, el guión y la dirección de este thriller con pocos sustos han corrido a cargo, respectivamente, de Andrew Lobel y Michael Mohan, los dos muy conocidos… en su casa, a la hora de comer.  Lo mejor de “Inmaculada”, aparte de esas virtudes estéticas que siempre alabo y que ya damos por supuestas, es la pizpireta Sydney, que sin coñas, está muy, pero que muy bien (interpretativamente hablando, claro está), y, como muestra, basta con citar ese larguísimo primer plano final en el que la sangre se le sube a la cabeza… literalmente.

 

Hasta aquí puedo leer, mi querido Diario, y me despido hasta la siguiente entrada.


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