Diario de a bordo, Travesía 120/ "NUREMBERG"

 


Querido Diario:

 

Este enjuiciado Navegante debe confesar que ya ha visitado la sala de juicios, digo, la sala de cine más próxima para conocer la nueva versión cinematográfica del proceso judicial más famoso de la Historia: el que sentó en el banquillo de los acusados a la cúpula del III Reich en “Nuremberg”…

 

Cuando se dio por finalizada la II Guerra Mundial, en Septiembre de 1945, una de las mayores preocupaciones de los aliados era que los líderes del movimiento nazi sobrevivientes (Hitler, Himmler y Goebbels se habían suicidado) no quedaran impunes de los indescriptibles crímenes contra la Humanidad que habían instigado.  Las potencias vencedoras, con Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Rusia al frente, organizaron un macro juicio en la ciudad alemana de Nuremberg cuyo objetivo último era dar a conocer al mundo las atrocidades cometidas en los campos de concentración y asegurar el mayor castigo posible para sus promotores.  El cine no fue ajeno a tan histórico acontecimiento, y en 1961 se estrenaba la película más conocida sobre el proceso, “Vencedores o vencidos”, que protagonizaron Spencer Tracy, Burt Lancaster, Montgomery Clift, Marlene Dietrich o Judy Garland.

 

Basándose en una novela escrita por Jack El-Hai titulada “El nazi y el psiquiatra” llega a las pantallas una nueva aproximación sobre estos sucesos, llamada simplemente “Nuremberg”.  El punto de partida es muy interesante: un joven psiquiatra militar, Douglas Kelley, debe evaluar si los gerifaltes nazis encausados eran realmente conscientes de sus actos o si sufrían alguna enfermedad mental susceptible de atenuar o minimizar sus monstruosos comportamientos.  Tras un concienzudo examen, se determinó que Hermann Göring, Rudolf Hess, Alfred Rosenberg, Martin Bormann, Alfred Jodl y el resto de los 22 acusados estaban mentalmente sanos y, por tanto, eran plenamente responsables de las abominables decisiones tomadas.

 

Nuremberg”, la película, ha sido dirigida por James Vanderbilt, guionista de “Zodiac”, “The Amazing Spidrman” o “Megalodón”, y hay que reconocerle su loable pretensión de mostrar al mundo hasta dónde puede llegar la maldad en su estado más puro, y cómo los seres humanos no podemos ni debemos permanecer impasibles ante ella, sino procurar un castigo ejemplar pero también justo a los criminales.  El problema es que, más allá de su holgado presupuesto y de sus elegantes hechuras, “Nuremberg” me pareció, de principio a fin, una película muy pretenciosa, llena de artificio pero en el fondo vacía.  La fotografía es demasiado bonita, la iluminación demasiado perfecta, los uniformes están demasiado bien planchados…  Se nota a la legua que no es realista sino que recoge una realidad filmada, en la que el sonido no ha sido registrado en una estación de tren, en la celda de una prisión o en la sala de un tribunal, sino en un estudio herméticamente insonorizado.  Todo resulta falso y me atrevería a calificarla de ingenua o pueril, en el sentido de que sus intenciones son tan loables como precarios sus resultados.  Eso sí, hay que rendirse al descomunal talento de Russell Crowe, que interpreta maravillosamente a Göring con una presencia imponente e intimidante que fascina tanto al espectador como a Rami Malek, que encarna al psiquiatra con ínfulas de mago que tiene que examinarle y hace las veces de protagonista; podríamos decir, estableciendo un símil demasiado fácil, que “Nuremberg” repite el esquema de “El silencio de los corderos”, sólo que aquí el psicópata y el psiquiatra no son la misma persona.  Hay otros grandes actores en el reparto (Michael Shannon, John Slattery o Richard E. Grant), pero el muy chirriante doblaje español parece que les impide brillar como deberían.

 

Nuremberg” es un bonito “quiero y no puedo”, o tal vez un “quiero pero no sé”.  No es la gran película que merecíamos pero hay que agradecerle, y mucho, su buena voluntad.

 

Hasta aquí puedo leer, mi querido Diario, y me despido hasta la siguiente entrada.


por

El Navegante

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