Un ático en Babel, Travesía 117/ "EL ESTADO DEL MALGASTAR"
Queridos marineros, hace más de cuatro mil años los
egipcios aprendieron a controlar las subidas del Nilo. Hoy, en pleno 2025, si
volviese a ocurrir una DANA en la Huerta Sur de Valencia, el resultado sería
nuevamente devastador. Hace décadas, si un AVE español se retrasaba unos
minutos, te indemnizaban sin poner la mínima excusa. A día de hoy, tienes casi
las mismas posibilidades de llegar a tu destino como de que te toque el gordo
de la Primitiva. Hace unos meses, si nos hablaban de apagón generalizado en el sistema
eléctrico, la idea nos evocaba a las penurias de la tercermundista sociedad cubana.
Hoy, todos tenemos pilas, transistor, un buen lote de conservas, algo de
efectivo y velas en nuestras casas ante lo que pueda ocurrir.
¿Cómo hemos llegado a esta situación? Muy fácil: no
se invierte. Continuamos viviendo de las rentas del pasado y ya hemos vendido
todas las joyas de la abuela. El Estado, las Administraciones, ese depredador
inmisericorde que nos desgobierna, cada vez se parece más a un dinosaurio:
mastodóntico, lento, torpe, incapaz de adaptarse a un mundo cambiante y
necesitado de engullir cantidades ingentes de recursos con la única finalidad
de mantenerse vivo. Y me temo que, como los grandes reptiles, todavía no es consciente
del meteorito que se avista en el horizonte y que amenaza con provocar su extinción.
Como ocurre con ese elefante en la habitación que
nadie quiere ver, existe una verdad incómoda a la que nadie está dispuesto a
enfrentarse, bien sea aquí, en Francia o en la China: los estados modernos son
impagables. Unos entes inabarcables, expansivos, de naturaleza clientelar y
extractiva y con una concepción casi panteísta de su propia existencia. Si
además todo comienza a derrumbarse como si de un fallo sistémico se tratase,
que es lo que pasa en España. Si nada funciona salvo Hacienda, la excusa del supuesto
bienestar por el que velan y que justifica sus gigantescas dimensiones, empieza
a difuminarse merced a la evidencia de un malgastar exclusivo y excluyente. Lo
cierto, queridos marineros, es que la sociedad ya no produce las suficientes
vestales para satisfacer al gran dragón insaciable. En un mundo en constante
evolución nos queda una única certeza: el gran Leviatán y sus ansias de
depredador lo devoran todo.
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