Diario de a bordo, Travesía 111/ "UNA BATALLA TRAS OTRA"

 


Querido Diario:

 

Este revolucionado Navegante debe confesar que ya ha presenciado una de las películas más esperadas de la temporada, que tiene como principal reclamo al señor Leonardo DiCaprio: “Una batalla tras otra”.

 

Si hiciéramos un listado de los directores más interesantes e influyentes del cine moderno, seguro que en él aparecerían los nombres de Quentin Tarantino, Christopher Nolan, Denis Villeneuve, Wes Anderson, Yorgos Lanthimos y Paul Thomas Anderson.  A Anderson lo conocimos en 1997, cuando, con apenas 27 años, deslumbró al mundo con la estupenda “Boogie Nights”.  Luego vinieron peliculones como “Magnolia”, “Pozos de ambición” o “The Master”, todos ellos convertidos en piezas de culto para los cinéfilos más elitistas.  Su nueva propuesta se titula “Una batalla tras otra” y la protagoniza nada menos que Leonardo DiCaprio, uno de los pocos actores que por sí mismos justifican el visionado de una película, ya que sólo aparece en proyectos de calidad sobradamente contrastada.

 

El dúo DiCaprio/Anderson tenía pocas probabilidades de decepcionarnos, y, por fortuna, la expectación estaba plenamente justificada.  “Una batalla tras otra” narra la odisea personal de un antiguo revolucionario reconvertido en anodino padre de familia, que tiene que volver a la acción cuando un sádico militar secuestra a su hija, convencido de ser el auténtico padre de la joven.  El guión se basa en una novela de Thomas Pynchon y, naturalmente, lo firma el propio Paul Thomas Anderson, quien ha extendido la duración de la cinta hasta casi las tres horas, adaptando la historia a un tema tan de actualidad como la inmigración ilegal en los Estados Unidos y la manera en la que la administración Trump trata a estas personas, muchas de ellas “espaldas mojadas” que viven en una perpetua sensación de inseguridad.  Es decir, los buenos son quienes pretenden cambiar el mundo para hacer de él un lugar más justo, y los villanos quienes se resisten a que dichos cambios tengan lugar.  Todo muy acorde con la realidad que vivimos hoy en día, incluso en nuestra querida España.  Lo cierto es que la película parece justificar el recurso a la lucha armada, al menos en su tramo inicial, que es cuando se sientan las bases para todo lo que viene a continuación.  Es precisamente ese arranque lo que menos me gustó de la película, en parte por el exceso de violencia y en parte por la utilización vulgar y grosera de la sexualidad.  Las escenas entre la temible Perfidia Beverly Hills (Teyana Taylor) y el Coronel Lockjaw a cargo de Sean Penn me parecieron grotescas y de mal gusto, y me temía que la película iba a constituir una sonada desilusión.  Sin embargo, afortunadamente, enseguida se produce un salto temporal y es cuando “Una batalla tras otra” empieza a mejorar exponencialmente.  La caracterización del personaje de Leonardo DiCaprio, que hasta entonces había sido un secundario más bien vulgar y prescindible, se convierte en extraordinaria cuando al actor se le permite adueñarse de la pantalla.  DiCaprio es tan bueno que parece que no está actuando sino simplemente reaccionando, tal es la manera en la que el actor se convierte en el personaje.

 

Con una maestría deslumbrante, el realizador Paul Thomas Anderson consigue mezclar en su mágica coctelera el drama, la denuncia social e incluso una comedia refrescante y desmitificadora, todo en su justa medida.  Mientras la veía, no lo dudé ni un instante: “Batalla tras batalla”, con ese héroe de aspecto desastrado ayudado por un latino muy peculiar, Benicio del Toro, está destinada a convertirse en “El Gran Lebowski” de los 2000.  También son notorias las referencias temáticas y/o visuales a “Terminator 2” y a “Bullitt” (esa persecución final a través de las empinadas cuestas de la autopista), si bien la fotografía y sobre todo la música (fabulosa y personalísima banda sonora compuesta por Jonny Greenwood de Radiohead) constituyen para mi uno de los puntos fuertes de la cinta.  En el lado negativo, podría citar la duración un tanto excesiva, que fácilmente se hubiera podido aligerar eliminando toda la subtrama del sensei encarnado por Benicio del Toro, que en realidad no deja de ser un relleno más bien superfluo, y ese error de casting (con matices) que supone pretender hacer pasar por una adolescente de dieciséis años a una mujer de veinticinco, la por otra parte estimulante Chase Infiniti.  Claro que, si no tuviese fallos, “Batalla tras batalla” sería perfecta, y lograr la perfección en un arte estrictamente subjetivo como el cine, es una batalla perdida de antemano.

 

Hasta aquí puedo leer, mi querido Diario, y me despido hasta la siguiente entrada.

por

El Navegante


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