Un ático en Babel, Travesía 44/ "DESAFINANDO EN CATALÁN"
Queridos marineros, el vaivén de las olas de la actualidad me han retrotraído varias décadas atrás. A aquellos años de adolescencia previos a mi embarcación en el bajel de la vida adulta en los que muchas tardes de sábado transcurrían en medio de atriles e instrumentos de cuerda compartiendo con otros chavales uno de los pocos lenguajes universales que existen en la humanidad. Y no me refiero a esa estafa voluntarista y pseudoprogre llamada esperanto sino al idioma universal que es la música.
Me he tomado la licencia
de utilizar este prólogo nostálgico para certificar que las cosas por aquí, por
mi querida Babel, van de mal en peor. Si pensábamos que íbamos a lograr
esquivar la maldición bíblica de la pluralidad de lenguas caída sobre nosotros
a base de pinganillos e intérpretes a casco porro, aunque nos costase un ojo de
la cara y parte del otro, la conclusión es que estábamos tremendamente
equivocados. Cada vez nos entendemos menos y lo disimulamos peor.
Mi veteranía en la
navegación por la aguas más procelosas y tempestuosas de la existencia me han
permitido elaborar una teoría personal e intransferible y me he armado de valor
para compartirla con el resto de la tripulación. Que Zygmunt Bauman me perdone
pero mi particular teoría es que en las sociedades modernas se peca en exceso
de tiempo libre y la ociosidad y el aburrimiento siempre son malos consejeros.
Porque, queridos marineros, sólo tener por castigo todo el tiempo del mundo
puede explicar que haya fulanos que se dediquen a espiar lo que hablan los
tiernos infantes en los recreos de los colegios catalanes. Que sí, que parte de
la explicación a tan indescifrable enigma puede venir del hecho de que en los
Estados Unidos vivan en casas con su imprescindible garaje, lo que les ha llevado
a crear Apple o la música grunge, y
nosotros en minúsculos pisos que nos empujan a salir a la calle y compartir
espacios públicos donde nos dedicamos a amargar la vida al paisano de turno,
pero ese hecho idiosincrático no me tranquiliza.
Aún así, creo que el
aburrimiento se nos empieza a ir de las manos y decisiones estrambóticas como
expulsar a un clarinetista de la banda municipal de Barcelona por no tener el
C1 de catalán cuando, a lo sumo, puede acabar leyendo alguna indicación
italiana en las partituras como adagio,
mezzo forte o vivace definen un país donde es más importante que un cirujano sepa
catalán o euskera académico que la ubicación del duodeno.
por
El Grumete
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